viernes, 16 de julio de 2010

Vida y Pasiones de Giovanni Silveira – Capítulo IV

  • ¡AYÚDENME, POR FAVOR! ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE! ¡POR FAVOR! –gritaba fuera de sí Maricarmen, gritaba en todas las dirección, sin fijarse exactamente en una persona en especial– ¡PARE PARE! ¡POR FAVOR, PARE! –comenzó a gritar ahora Maricarmen, se había dado cuenta que un patrullero pasaba a su lado.
  • Rodríguez, ¡bájate! Hoy, para nada, es un buen día –le decía un policía, que se había detenido al lado de Maricarmen, a su compañero, que se encontraba en el asiento del copiloto en el patrullero.
Por la desesperación, Maricarmen no se había percatado que no era sólo un patrullero el que pasaba a su lado, eran cerca de 5 patrulleros y otro número similar de motos entre policías y serenazgos, quienes pasaban a toda velocidad por la avenida. Luego se enteraría que todos los policías estaban siguiendo a un tipo que andaba en una moto y ya había matado a varios policías, a una chica y hasta a un niño. Si bien, luego de unas horas se enteró que no lograron capturar al tipo de la moto, Maricarmen estuvo bastante agradecida de que ese loco asesino hubiera pasado con su moto Kawasaki muy cerca del lugar en el que ocurrió el accidente de Giovanni, ya que, de ninguna otra manera, habría obtenido la ayuda que necesitaba. Quizás no se hubiera sentido tan agradecida si se hubiera enterado que ese loco, que se hacía llamar Román o Micky, había terminado matando a todos los policías que lo perseguían, y que los policías que se detuvieron, muy por el contrario, agradecían que Giovanni fuera atropellado, porque probablemente su destino hubiera sido el mismo que el de sus compañeros.


  • Base, nos estamos deteniendo porque ha habido un accidente en el cruce de las avenidas Ejército con Pardo, a la altura del primer óvalo de Pardo. Pido una ambulancia urgentemente -informaba el oficial Rodríguez a través de la radio en su patrullero-. Tenemos un herido. Un chico de unos 15 años, al parecer respira con dificultad y tiene una herida sangrante en la cabeza. Esperamos instrucciones.
  • ¡Por favor, por favor, ayúdelo! –rogaba Maricarmen a los policías.
  • No se preocupe señorita, más bien, quédese con mi compañero al lado del patrullero, mientras le doy los primeros auxilios al chico. Ya están viniendo los bomberos –trataba de tranquilizar el oficial Fernández, quien había llegado manejando el patrullero inicialmente.
Si bien la intención de Fernández era tranquilizar a Maricarmen, por dentro se sentía bastante preocupado. Giovanni tenía una herida bastante grande en la nuca, y Fernández tuvo que tratar de taparla para que dejara de sangrar con su propio pañuelo. Además, Giovanni casi si respiraba. Estaba tendido de costado con el brazo izquierdo en una posición que hacía suponer que probablemente podía estar luxado o roto, su cara tenía varios rasguños, y su chompa y jean tenían partes rasgadas que hacían suponer que se había dando un golpe bastante fuerte.

  • Cuéntame, ¿qué pasó? –le preguntaba Rodríguez a Maricarmen.
  • ¿No van a ayudarlo, primero?
  • Lo está ayudando mi amigo, en estos casos es mejor no tocar mucho el cuerpo porque podríamos causar más problemas. Lo mejor es que le trate de detener esa hemorragia de la cabeza y espere que lleguen los bomberos para poder atenderlo. ¡Justo, escucha! –decía el oficial Rodríguez estas últimas palabras poniéndose el dedo índice en el oído y mirando en dirección a la sirena que se oía con más fuerza– Esos son los bomberos, todo va a estar bien.
Los bomberos llegaron, afortunadamente, bastante rápido. De la ambulancia bajaron dos personas. Una sacaba inmediatamente la camilla y la otra se dirigió al cuerpo aún inconsciente de Giovanni. El que se dirigió inmediatamente a la camilla se llamaba Juan Ramos, un bombero experimentado, con muchos años en la compañía y que ya iba por los 40 años de edad; su compañero, Jorge Jiménez, bastante joven y pequeña estatura, recién estaba en su primer año como bombero de emergencias.

  • ¿Hace cuánto está así? –le preguntó Juan a Fernández.
  • Hace unos 10 minutos más o menos –respondió Fernández.
  • ¿Va a estar bien? –interrumpía impacientemente Maricarmen.
  • Esa es la idea. Chato, tráeme un collarín y ayúdame acá –decía Juan en dirección a Jorge.
  • ¿Lo cocemos acá? –preguntaba Jorge mientras le entregaba el collarín.
  • Sí, de hecho. Hay que ponerle el collarín –Juan le hacía tomar a Jorge el cuello a Giovanni, mientras le colocaba el collarín–. Listo. Saca las cosas, voy a coserlo yo, tenemos que llevarlo lo más rápido que podamos al hospital.
  • Me parece que se ha dislocado el brazo, y según lo que veo –decía Jorge mientras cortaba el jean y la chompa de Giovanni–, tiene algunos cortes más, aunque sólo raspones y golpes en los brazos y las piernas.
  • Acomódale el codo acá nada más, avísame cuando lo hagas para dejar de coser.
  • Está bien.
Juan se encargaba de coser la cabeza de Giovanni, tuvo que ponerle 10 puntos de sutura, la herida era bastante grande, pero gracias a la ayuda de los policías, Giovanni había dejado de sangrar. Por su parte, Jorge se llevó la parte más dolorosa, ya que tuvo que jalar con fuerza el brazo de Giovanni para poder acomodárselo nuevamente. Al hacer esto, la sensación de tener el brazo casi colgando fue tan fuerte que Maricarmen se dio la vuelta y se tapó los ojos. Aún así, se pudo oír un sonido tan similar al que producen los cartílagos de ciertos animales cuando son separados de su posición natural para ser preparados en una cocina.

  • Nos vamos –dijo resueltamente Juan mientras junto con Jorge y Fernández ponían cuidadosamente el cuerpo de Giovanni sobre la camilla que había bajado Juan de la ambulancia.
  • ¿Puedo ir con ustedes? –preguntó entre lágrimas Maricarmen.
  • Sí. Súbete por acá –le respondía Juan, señalando la puerta trasera de la ambulancia–, y siéntate ahí –señalando unos asientos al lado de la camilla con el cuerpo de Giovanni–. Cógete fuerte.
  • Nosotros los seguimos, no se preocupen –le decía Rodríguez más a Maricarmen que a los bomberos.
En la ambulancia, Maricarmen tomó de la mano a Giovanni y pudo ver detenidamente lo que le había ocurrido a su maltratado cuerpo. Contusiones tanto en la cara como en los brazos y piernas. Su codo se distinguía por tener una espantosa hinchazón producto del ajuste que le hiciera Jorge. Maricarmen no lo había notado, pero incluso ella estaba manchada de sangre en su propia ropa, al haber tratado de hacer algo por Giovanni sin mucho resultado.

  • ¿Es alérgico a algo? –interrumpió, abruptamente, Juan, los pensamientos de Maricarmen, sin virar la vista del camino que seguía a toda velocidad.
  • ¿Qué? Este… –Maricarmen trataba de recordar algo que había escuchado de Giovanni, pero estaba tan nerviosa que no lo recordaba– Creo que sí, es alérgico a algo pero no recuerdo a qué –Maricarmen empezó a llorar nuevamente, el hecho de no poder recordar algo que podía ser vital en la atención de Giovanni la hacían pensar que por su culpa podía tener repercusiones en la salud de Giovanni.
  • ¿Adrenalina? ¿Antibióticos? ¿Penicilina? –trataba de darle nombres Jorge, quien se había sentado al lado de Maricarmen en la parte posterior de la ambulancia, como para ayudar y calmar a Maricarmen.
  • ¡Eso! ¡Penicilina! Es alérgico a la penicilina –la sensación de poder recordar algo que ayudaría a Giovanni era un aliciente para Maricarmen, quien tomaba control de sí misma y empezaba a recordar más cosas sobre Giovanni–. También tiene problemas al corazón… ¡arritmias!
  • Buen dato –le sonría Jorge a Maricarmen, dándole ánimos–. Pues, felizmente –mientras le tomaba el pulso a Giovanni–, su ritmo está bien, un poco acelerado quizás, pero por sus arritmias debe ser algo normal. Afortunadamente no requirió de ninguna inyección de adrenalina, porque probablemente eso hubiera llevado al techo sus latidos y estaríamos en un problemón.
  • ¡Llegamos! –decía rápidamente Juan mientras bajaba de la ambulancia y abría la puerta para bajar la camilla con Jorge.
  • Les toca a ustedes –decía Jorge en dirección a una de las enfermeras que llegaba a recibir la camilla–. Su nombre es Giovanni Silveira, tiene 15 años, tiene un corte en la nuca a la que le hemos puesto 10 puntos de sutura; el codo se le dislocó pero se lo acomodamos; y tiene varios raspones y cortes en la cara, brazos y piernas por el choque con la pista. Además, es alérgico a la penicilina y tiene arritmias.
  • Parece que ya hicieron todo, mejor lo hubiera mandado a su casa a reposar –le sonreía la enfermera que recibía la camilla. Se llamaba Hilda y tenía 53 años, más de 25 dedicándose a la enfermería, y era conocida por todos los policías y bomberos–. Ven, Mili, ayúdame. Nosotras vamos a atenderlo, haz lo que te digo y te invito un café para celebrar tu primer día –le decía Hilda de manera muy cariñosa a una enfermera que estaba a su lado, mucho más joven, de pelo castaño claro ondulado, con unos hermosos ojos marrones que habían llamado la atención de Jorge desde que se cruzaron las miradas, y que le sonreía tímidamente tanto a Hilda como a los bomberos.
Ingresaron al hospital y pusieron la camilla en una de las salas en la que sólo se encontraría Giovanni. Lo conectaron a una de las máquinas que le mediría el ritmo cardíaco y le pusieron una vía en el brazo derecho, porque el izquierdo tenía la apariencia de no poder recibir ni el saludo.

  • ¿Por qué no despierta? –preguntaba Maricarmen a Hilda, mientras esperaban que llegara el médico de emergencias.
  • El golpe debe haber sido bastante fuerte, pero no te preocupes, puede que se despierte de un momento a otro, pero, vamos a hacerle unos exámenes para ver si por dentro todo anda bien –le respondía Hilda cariñosamente tratando de aliviar a Maricarmen.
  • ¿Todo bien? –preguntó un doctor que recién entraba al cuarto de Giovanni.
  • Sí, Dr. Gómez –respondió Hilda–. Giovanni Silveira, 15 años. Alérgico a la penicilina y con arritmias. Sutura en la nuca, codo izquierdo dislocado y acomodado, y bastantes moretones y rasguños en la cara, brazos y piernas.
  • Sí, ya veo. Revísenmelo por dentro, que le hagan una tomografía acá nada más que ya me lo movieron por todo Miraflores, y pásenle el escáner de mano para ver si tiene algo más roto que haya que arreglar. Pónganle analgésicos sino le va a doler toda su vida cuando se levante. Me pasas la voz cuando tengas los resultados, ¿sí, Hildita?
  • No se preocupe doctor. Mili –decía Hilda dirigiéndose a la enfermera más joven– un shot de analgésicos para el joven, ¿ok?
  • Ok –respondió tímidamente Milagros.
  • ¿Tú estás bien? ¿Necesitas llamar a alguien? –le preguntaba Hilda a Maricarmen.
  • Sí, estoy bien, pero tengo que llamar a sus papás –respondía temblorosamente Maricarmen.
  • Está bien, vamos a llamarlos. Mili, pásale el escáner para ver si todo va bien por dentro, y llama a los de Rayos para que le hagan la tomografía acá al chico,¿ ok? –Le decía Hilda a Milagros, mientras ésta le ponía una inyección en la vía que le había colocado a Giovanni, aunque su vista se dirigía hacia otro lado en ese momento–. ¿De que cajón sacaste la aguja? De la izquierda, ¿no?
  • No, de la derecha, los frascos azules son los analgésicos ¿no? –respondió Milagros bastante nerviosa.
  • ¡No! ¡Los rojos son los analgésicos! ¡LOS AZULES SON PENICILINA! –empezó a gritar Hilda, generando una nueva sensación de terror en Maricarmen–. ¡Llama al Dr. Gómez! ¡RÁPIDO!
De un momento a otro, la pantalla que marcaba el ritmo cardíaco de Giovanni comenzó a dispararse. Su cuerpo empezó a convulsionar. Maricarmen empezaba a gritar pidiendo ayuda. Hilda corría hacia la esquina del cuarto sacando un equipo de resucitación. El Dr. Gómez entraba a toda prisa al cuarto seguido por Milagros y otro doctor más. Los policías que se encontraban en la recepción del hospital corrieron hacia la entrada del cuarto. La máquina que marcaba el ritmo cardíaco de Giovanni dejó de disparar sonidos intermitentes. El cuerpo de Giovanni dejó de convulsionar. El sonido de la máquina cambió abruptamente por un pitido continuo que no tenía final. El rostro de Giovanni se postró de perfil en la cabecera de su camilla. Maricarmen cedió, no pudo más, se desmayó. La pantalla de la máquina que marcaba el ritmo cardíaco de Giovanni trazó un cero. La habitación se inmovilizó en un instante.

3 comentarios:

  1. MINGO, leo en fb, comento aca :) y dice asi:
    =|
    casi me da un ataque a mi tambien!!! me iba a desmayar t juro con tanta sangre, cortes y agujas... (les tengo panico! jaja)
    mingoooooo!!! por queeeeeeeee?!!!!!!... bueno, x un lado se q giovanni no puede morir... xq es "vida y pasiones de giovanni silveira" pues, no se puede morir! jajaja... pero q lo revivan con esas cositas q usan los medicos rapidito pues!!!! :) jajajajaja

    waaaaaa!! jajajaa :D

    cambiando d tema, q tal la ntrevista?? :D

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  2. Estoy pensando más o menos lo que viene en el capítulo 5... cuando leo comentarios así dan ganas de escribir al toque!!! jajajaj gracias Megu-chan!!!...

    La entrevista era evaluación, esas cosas de números, letritas, responda, completa, dibuje al tipo bajo la lluvia... esas cosas... espero que vaya todo bien!

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  3. ohhh!!! :) jajajajaja
    entonces seguire dejando comentarios para q escribas maas! :D jajajajajajaja

    a mi me dan risa esas evaluaciones... xq dibujo bien feo :) jajajajajajaja xD

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